miércoles, 18 de noviembre de 2015

Semana 8. Lady, your TV is broken


Después del shock inicial, Jorge y yo decidimos tomar la noticia con cautela, no sabíamos si al final este embarazo inesperado "iba a pegar". 

Lo primero fue visitar a la ginecóloga, la misma que me había dicho que necesitaba una operación si en algún momento quería embarazarme. Le pregunté si habría algún tipo de indemnización de su parte o algo por el estilo. Ella se río, pensando que estaba bromeando. Al ver mi semblante serio, me miró y con voz pausada me dijo: Esto es un milagro. 
Yo soy atea y no creo en milagros, pero la frase de Santo Tomás "hasta no ver no creer" se ajustaba perfectamente a lo que estaba sintiendo, es decir: nada. 

Ni vómitos, ni mareos, ni antojos. Nada. 

Yo necesitaba una prueba, además de los exámenes de sangre de rigor, de que dentro de mí estaba creciendo algo, por lo que mi tía, la cual es Radióloga, se ofreció a realizarme un ultrasonido.

A la cita acudió Jorge, mi mamá, mi prima, la cual también es Doctora y obviamente yo, quien acostada y con el estómago embadurnado con un gel tibio, esperaba una prueba fehaciente de mi nuevo estado. 

De pronto, mi mama comenzó a llorar, mi prima dio un grito, y mi tía sonreía mientras todas miraban entusiasmadas una pantalla sobre la pared. Todo era algarabía y celebración a mi alrededor, mientras yo buscaba la mirada de Jorge, totalmente confundida. ¿Acaso todo el mundo se había vuelto loco? ¿Era esto una especia de complot? 

La pantalla mostraba una imagen gris, una especie de nieve como cuando la señal se va. Evidentemente, la televisión estaba descompuesta. ¿Por qué nadie podía verlo? 

O las mujeres de mi familia habían tomado una droga antes de entrar a la habitación o yo estaba de vuelta en la secundaria, cuando mis compañeras concentraban su atención en un punto fijo para ver surgir la imagen escondida en esos calendarios noventeros 3D. Todas podían ver al león o al oso cobrar vida, todas, excepto yo. 

¿No vas a llorar? decía mi prima. ¡Esto lo mandó tu abuela del cielo! gritaba mi madre entre sollozos. ¿Estás emocionada? me preguntó mi tía. Jorge me dirigió una mirada de complicidad, sabiendo perfectamente lo que estaba pensando. Me tomó de la mano y comprendiendo que mi honestidad iba a romperles el corazón, salió a mi rescate: ¡Si, está tan emocionada que ni siquiera puede hablar! 

Yo sonreí, de la manera más natural que pude y el matriarcado pronunció un prolongado ¡Ahhhhhh! de ternura. 

Comprendí que de ahora en adelante, todo gesto y palabra que dijera, toda frase y paso que diera, iba a estar embadurnado del halo angelical de la maternidad. 

Pero nada, ni nadie, me había preparado para lo que vendría en las semanas siguientes...


2 comentarios:

Bere Sindestinofijo.com dijo...

WOW! Yo también necesité prueba visual. Nunca me había costado tanto tantísimo creer que algo fuera verdad. Qué valor de llevar a todo el gallinero a la experiencia, siendo una pareja tan independientes... a mi me hubiera impuesto mucho el tener que tener una reacción """adecuada""". Yo he de confesar que al momento que salí del lugar si recibí un cubetazo de realidad y lloré desconsoladamente.

Me encanta seguir tu historia :)

Lorena Padilla dijo...

¡Bere!
Me encanta que esta sorpresa nos haya llegado al mismo tiempo, sobre todo porque eres una persona absolutamente NORMAL y eso me deja muy tranquila :)
A mí también me encanta seguir tu historia.
¡Muchos besos y abrazos!