lunes, 14 de febrero de 2011

Que Dios te bendiga


Ya se merecían una entrada en mi blog.

Se lo ganaron a pulso estos muchachos. Eso si, los cristianos son constantes. El portero de mi edificio forma parte de este club y no deja de soltarme frases. La última fue que "la televisión corrompe". Siempre me está mirando con el rabillo del ojo, juzgando cada una de las cosas que hago, y moviendo la cabeza de un lado a otro cada que me ve salir del edificio.
Desde que entró a suplir a mi portero favorito (un chico llamado Samuel el cual devoraba literralmente los libros que le prestaba) casualmente, las visitas de los cristianos a mi puerta se han incrementado. A pesar de mis insistentes negativas, ellos siguen timbrando por lo menos tres veces a la semana, supongo que piensan que en algún momento me cansaré o que me llegará "la luz divina".
En fin.
Hoy por la tarde, paseaba a mi perro por el malecón. Era muy difícil moverse por la cantidad de parejitas que se habían dado cita para celebrar el 14 de febrero. Había vendedores de globos y de rosas, y el paisaje se había vuelto pegajosamente cursi. Al llegar al Parque del Amor, me topé con una gran cantidad de gente reunida. Se estaba celebrando una Boda Gay Simbólica en medio de un evento titulado "El Amor no Discrimina". Me quedé a ver como las parejas decían sus votos mientras la bandera del arco iris ondeaba en el atardecer. Era una imagen muy linda. De pronto, un chico vestido de manera muy formal se me acercó. Venía acompañado de un viejo. Me ofrecieron una hoja, y al ver que decía algo homofóbico, la rechacé. Les dije que estaba a favor del matrimonio gay. El hombre viejo me examinó de arriba a abajo (igual que el portero de mi edificio, quizás eso lo aprenden en la clase No. 1) y me dijo que seguramente también me gustaba tener sexo con mi perro. Tome la hoja, la arrugué, la tiré al pasto y la pisé. Después le dije a Puno que orinara en ella, pero él sólo la olió sin darle importancia.

Quizá exageré, lo reconozco.

Ellos se asutaron, se dieron la media vuelta y se fueron. Cuando los perdí de vista recogí la hoja arrugada y me puse a leerla por curiosidad. Transcribo aquí lo mejor de todo el texto.

"Dios castiga este pecado con el SIDA y luego en el infierno si no te arrepientes" Romanos Cap. 1

¿Cómo puedo ser tolerante con ellos? ¿Cómo no reírme de las cosas que dicen y predican? De verdad, quiero respirar como en la clase de yoga y ser zen, pero es que con ellos ¡es imposible!
Los homofóbicos me sacan de mis casillas, simplemente no entiendo porque a la gente le importa por cual orificio haces tal o cual cosa. Me parece muy extraño, de verdad que a mi es una de las cosas que me tiene sin cuidado, con cuantos te acuestas y como te acuestas; y sobre todo no entiendo porque les asusta tanto ver a dos hombres o dos mujeres besándose o demostrando su cariño en público.

Porque, sinceramente ¿a quién no le excitó la escena de Mila Kunis con Natalie Portman en "Black Swan? ¡el que esté libre de pecado, que tiré la primera piedra!

Como me dijo otro cristiano, "Señorita, hombre con mujer, hacen hijos, ¿hombre con hombre?" yo le respondí: "Hacen el amor señor". Y se me pasó decirle, que dos mujeres también.

viernes, 11 de febrero de 2011

Poder


Mi abuela es una de las personas a las que más quiero en la vida y es un personaje, digamos, particular. Le gusta hacer comentarios sobre los demás, pero lo más curioso es que en lugar de decir abiertamente lo que piensa, le adjudica esas afirmaciones a terceros.

Cuando era pequeña, era muy común que me quedara en su casa por las tardes y cuando mi mamá venía a recogerme, mi abuela la recibía con comentarios del tipo: "Lorenita dijo tal o cual cosa". Recuerdo que yo me llenaba de furia, y como nunca he podido quedarme callada, le gritaba a mi mamá que eso no era cierto, que mi abuela estaba inventando y que era una mentirosa. Esta última afirmación venía seguidoa de un pellizco en el brazo y la frase amenazadora de mi madre: "A las abuelitas no se les dice mentirosas"

Yo no entendía el motivo de tal injusticia. Mi abuela era mi abuela, la matriarca de la familia, pero también estaba diciendo mentiras. ¿Por qué perdía automáticamente todos mis derechos al estar frente a una figura de poder?

El tema de Carmen Aristegui ha dado pie a numerosos debates, y como ella misma lo ha dicho, eso es positivo, los mexicanos no estamos dormidos y hay que demostrarlo. El Presidente de la República Mexicana es un servidor público, quien se elige a través del voto de la población por un periodo de seis años. No lo ha designado el Arcángel Gabriel y él le ha respondido "He aquí el esclavo del señor, hágase en mi según su palabra". Como figura pública, estará siempre bajo el escrutinio de la población, y como tal, será y debe ser constantemente cuestionado. Nosotros, el pueblo, le hemos dado el cargo, y es su responsabilidad actuar para beneficiar a la mayoría de la población.

En la democracia, cuando uno tiene plena libertad de expresión, puede hacer preguntas abiertas, tal como lo hizo la periodista. En las Dictaduras, no. Eso es lo interesante del despido de Carmen Aristegui de MVS, nos hace preguntarnos en que tipo de país vivimos y que tipo de país queremos.

Termino con una frase de Rodolfo Walsh, escritor, periodista, militante y revolucionario argentino, quien fue aprehendido durante la Dictadura y cuyo cuerpo nunca apareció: "El periodismo es libre o es una farsa" .

miércoles, 9 de febrero de 2011

Castigar por opinar


Termino de escuchar la conferencia de prensa de la periodista Carmen Aristegui y tengo la piel de gallina.

Escuchar a alguien hablar de manera tan inteligente sobre la afrenta a la libertad de expresión que significa su despido de MVS simplemente por haber hecho un cuestionamiento formal a las autoridades. No había nada ofensivo en la interrogante, y la periodista reconoce que el cuestionamiento era duro, pero nunca injurioso o difamatorio y agrega que el estado de salud de un mandatario, por supuesto que es tema de interés nacional.

Hubo una frase en especial que me hizo emocionarme hasta las lágrimas: "Los mexicanos, a pesar del espiral de violencia, muerte y horror que nos acompaña todos los días, estamos aquí para reconocernos en el espejo y luchar por un México mejor"

Para mí, Carmen Aristegui siempre había sido una periodista notable, pero a partir del día de hoy y de escucharla hablar de manera tan valiente ( porque se necesita mucha valentía para enfrentarse al Presidente Felipe Calderón) se ha convertido en un portavoz de muchas de las cosas que pienso y siento respecto a México.

Hace ocho años que no vivo en el país y en menos de un mes estaré de regreso. Y tengo miedo. No tanto del narcotráfico, los levantones y la inseguridad, sino de la apatía.

Tengo miedo de regresar y que al estar inmersa en la vida cotidiana, todas estas cosas me dejen de importar. Tengo muchos amigos, muy buenas personas, cuyo único interés es hacer prosperar su negocio, jugar golf el fin de semana, comprar una casa en los suburbios o adquirir un nuevo automóvil. Y no me malinterpreten, no es que eso tenga nada de malo, no los estoy criticando. Son personas sumamente trabajadoras, que dan empleo a muchas personas y las cuales solamente quieren que las dejen vivir tranquilas. Personas que me dicen que no tengo idea de lo que estoy hablando y que es muy fácil opinar desde fuera.

Pero es que yo no quiero que solamente me dejen vivir tranquila. Quiero ser un agente de cambio. Creo que en México tenemos un rezago importante en cuestión de ciudadanía. Pensamos que el Gobierno es algo fuera de nosotros, un grupo de personas en el poder que nos controlan y que nuestra vida está a merced de sus decisiones. Yo creo que es tiempo de involucrarnos en política, el Gobierno somos todos, y si tomamos una actitud apática, donde me voy adaptando a lo que vaya pasando, las cosas nunca van a cambiar. Creo que se puede hacer mucho desde donde estamos, hay que leer los periódicos, cuestionar lo que dicen los medios de comunicación, investigar, manifestarnos, involucrarnos en las decisiones que se toman desde el barrio hasta el municipio, hasta llegar al estado y finalizar en el país.

Pero tengo miedo. Tengo miedo de simplemente ser idealista y de darme cuenta, cuando regrese, de que ellos tenían razón. Que no se puede hacer nada. Que estamos a merced del narcotráfico y gobiernos corruptos y que lo único que nos queda es intentar vivir de la mejor manera posible, encerrados en nuestra burbuja.

Por eso quiero darle las gracias a Carmen Aristegui, porque me hace pensar, tan sólo por un momento, que quizás no todo está perdido y que todavía hay esperanza.