jueves, 15 de enero de 2009

Favor de no pisar las flores


De vuelta en Lima después de haber pasado tres semanas de vacaciones.

El cielo ha abandonado su tono gris habitual , y la ciudad se percibe de manera diferente. El que parece más a disgusto con el regreso a casa, es mi perro Puno. Este calor pegajoso no parece gustarle mucho.

En mi guía del planeta solitario, encontré una definición perfecta de Cusco: " Ciudad que estuvo dominada por el imperio Inca y posteriormente por los conquistadores españoles; pero en el siglo XXI, no hay duda alguna de quien manda en ella: el turismo"

Es impresionante como en esta ciudad todo gira alrededor de esta actividad: restaurantes, cafés, hoteles, bares, discotecas, excursiones, tiendas de artesanías, ropa de alpaca, etc. Supuestamente, Diciembre es un mes de temporada baja, pero si es así, no puedo ni imaginarme como será el movimiento durante la temporada alta. Tuve la gran suerte de que la amiga que muy amablemente nos hospedó (con todo y perro) vive en un barrio de gente "normal", a sólo quince minutos del centro, donde podías relacionarte con cuzqueños, fuera de la vorágine turística.

En uno de nuestros paseos por la Plaza de Armas, que es en verdad muy linda, tuvimos una experiencia que creo que retrata hasta que punto la ciudad intenta ser un retrato de fotografía postal para el disfrute de los turistas.

Caminábamos con Puno, disfrutando del paisaje, y mirando a las personas pasar, cuando de pronto, escuchamos el sonido de unos pasos que se acercaban rápidamente. Nos giramos, y nos dimos cuenta de que un policía perseguía a alguien. Acto seguido, más uniformados se le sumaron, hasta alcanzar su objetivo. Para ese momento, todas las personas que estábamos en la plaza, mirábamos sorprendidos la escena, por un instante pensé que habían agarrado al jefe de los Zetas o por lo menos al Cardenal Sandoval Iñiguez, que quizás estaría haciendo turismo en Perú. Pero no. Entre varios policías, traían a un adolescente, el cual lloraba e intentaba zafarse. En una mano, cargaba su cajón para bolear zapatos. Lo llevaron hasta una esquina, fuera de la plaza. Tres camionetas llegaron con la sirena encendida. Nosotros, junto con otras personas, nos acercamos a ver que sucedía. De entre ellas, se escuchó el grito de un cuzqueño:
¡Déjenlo, abusivos! ¡Es un niño! , ¡Veinte policías jaloneándo a un niño! ¡Pónganse a trabajar!

En este momento, los uniformados nos miraban desde la otra acera, sorprendidos. El niño lloraba, y solamente les pedía que no le quitaran su cajón. Algunas personas se pusieron a grabar la escena con su celular, quizás para poder denunciar posteriormente, no lo sé.
Finalmente, lanzaron el cajón a la calle y lo subieron dentro de una camioneta de policía. Las personas continuamos gritando desde la Plaza.

Cuando unos policías regresaron y pasaron junto a mí, como siempre me pasa, no pude contenerme y comencé a gritarles. Un uniformado me miró con unos ojos que pensé que me iba a golpear. Estaba sumamente molesto, y me dijo: "Usted no sabe lo que hizo este niño" acto seguido, el policía, inflando el pecho, me dijo de la manera más ufana: "Pisó las flores"

Yo no podía creerlo. Miré a mi alrededor. La Plaza de Armas de Cusco tiene pequeños jardines con flores ornamentales. Cada uno de los días que pasé por ahí, había jardineros dándoles mantenimiento. "Pisó las flores". Eso fue razón suficiente para que un grupo de policías adultos persiguiera, golpeara, jaloneara y privara de su fuente de ingresos a un niño.

Me alejé de ahí con un nudo en la garganta. Esas son las cosas que se hacen en pos de "dar una buena imagen al turismo". Podías ver a los niños boleadores por todo Cusco, intentando trabajar, al tiempo que tenian que cuidarse a cada minuto de los policías.

Es como si Perú te dijera: "Estos niños dan mala imagen. No vaya a ser que los extranjeros piensen que aquí hay trabajo infantil, mejor los golpeamos para que no los vean"

Hay muchas más imágenes de Cusco, pero debo decir que, sin lugar a dudas, esta fue la que se me quedó más grabada.