viernes, 16 de diciembre de 2016

Malamadre

Soy una malamadre.

Soy una malamadre porque hoy, después de dos paseos en el parque, una visita a los abuelos, hora y media de juego en el jardín con lodo y perro incluido; después de dos papillas preparadas por mí, después de dar pecho a libre demanda; después de ocho meses de no dejarlo llorar, hoy, simplemente no pude más y dejé a Matías en su tapete a que llorara. 

Había comido, había hecho siesta, había jugado y tenía el pañal limpio. Intenté cargarlo, jugar con él, darle pecho de nuevo y nada funcionó. 

Así que como una malamadre que soy, lo dejé en medio de sus juguetes y me puse a calentarme la comida.

Así que esta malamadre se calentó su rissotto, ralló una montaña de queso parmesano sobre éste y se sentó a la mesa, mientras Matías lloraba.

Soy una malamadre porque incluso me tomé una coca cola. 

Matías dejó de llorar aproximadamente a los cinco minutos de haberlo dejado, y se puso a jugar de manera tranquila en su tapete. 

Soy una malamadre porque incluso le tomé una fotografía, y no sólo eso, es la que estoy utilizando en esta entrada. Eso me hace una terrible madre porque no debería subir fotografías de mi hijo a redes sociales y mucho menos una dónde me estoy burlando de él. Malamadre. 

Soy una malamadre porque después de practicar colecho durante meses, después de muchas noches sin dormir (ni Matías ni nosotros) decidí armarle su cuna dentro de nuestro cuarto. Y contrariamente a lo que dictan las reglas de la crianza con apego, Matías durmió de manera profunda. Soy una malamadre porque ahora mi hijo duerme entre rejas, aprisionado, y lo peor, parece que le encanta. 

Soy una malamadre porque le preparo papillas, y eso, según las tendencias de alimentación actuales, es una forma de abuso infantil. Pero la cosa va más allá. En alguna emergencia he llegado a alimentarlo... con papillas de Gerber. 

Soy una malamadre porque trabajo. Y lo peor: me gusta trabajar. Disfruto el tiempo que dedico a mi trabajo. Y eso me hace una muy pero muy mala madre. 

Soy una malamadre porque aunque cargo todos los días religiosamente con mi sacaleche eléctrico a mi trabajo, a veces mi leche materna no es suficiente para saciar a mi hijo y a veces la niñera se ve forzada a darle... fórmula. Eso me deja fuera del exclusivo grupo de madres LME (lactancia materna exclusiva) y me convierte, por ende, en una malamadre. 

Soy malamadre en una sola palabra, con todas sus letras, porque cuando me preguntaron qué hacía cuando Matías se dormía, respondí que leer un libro o ver una serie, a diferencia de las otras madres que dijeron que se dedicaban a verlos dormir. 

Soy malamadre porque solamente lo llevo a natación una vez a la semana, y no lo llevo también a estimulación temprana, como me comentó una madre en la alberca a la que asistimos. 

Así que si como ella, te ves tentado a juzgarme y decirme que soy una malamadre, no te preocupes, yo ya lo he asumido; y en el momento que lo he hecho y he aceptado que no soy perfecta, se me ha quitado un peso de encima. 

¡Salud! Brindemos por todas las malasmadres del mundo. Yo brindaré con un chupito de ron cubano, el mismo ron que acabo de utilizar para calmar el dolor de encías de Matías. ¡Salud!

Como ven, soy una muy malamadre.