domingo, 27 de octubre de 2013


Black is bad.
I cannot talk about black people.
I apologize about that term, I wanted to say African Americans. The reason is we don’t have African Americans in Mexico. You know, they would still be called African Americans if they were born in Mexico, because Mexico is in America -the continent- more specifically, in North America. So, I am not allowed to talk about African American culture, and I have learned that I am not even allowed to say the word black. I have learned that in just one month. You must forgive me, I’ve found that talking in NY is the most complicated thing, not just because of the language, but because of the things I cannot say because I may- or may not- be offending someone. It is complicated. I cannot say black. I cannot say white either. So I have to find a way to describe a person but I cannot talk about their height either, or their weight, or their hair. I have to pretend to be blind. And for me, that’s very complicated.
To define a person, or to define you as a person in America –the country- is very complicated. I don’t know who I am anymore! I don’t know if I’m Hispanic, or Latin, I just know I’m Mexican. I’m white (sorry if I offend anyone with that affirmation) but I don’t know where I come from. My blood is Indigenous, Spanish, Arabic – because of the 5 centuries the Moors occupied Spain- so when someone says: “I am Polish-Irish-Jewish” I just think to myself “Wow, they must really know themselves” or, that maybe, just maybe, knowing where you come from is extremely important in this country.
I am just Mexican. All kinds of traditions mixed on a melting pot. We have people of every color and flavor, we have a lot of brown people too. Excuse me, I don’t know if brown is a bad word too. I don’t know what’s the problem with color in this country.
So, I cannot talk about the African American culture. I can only talk about my landlord. He is young and tall and when he talks the words sound like silk. He has such a low voice tone that hearing him in the hallway makes me feel warm in my heart. He dances when he explains things, and on Summer nights, he and his family use to sit on the porch and enjoy the little breeze. I have three churches on my street and on Sunday, I am delighted by the beautiful clothes the people wear. I am so lucky that I can listen to the songs, even inside my own apartment, which makes me happy.
But in just a month, I have learned that I am not supposed to talk about that. In a month, I have learned that I have to pretend to be blind, and that is better to be quiet, or people may get offended.
My neighbor wanted to ask me if I wrote in English or Spanish, but instead of Spanish she said “Mexican”. She was so embarrassed. And I thought to myself: Why would I be offended because someone said I write in Mexican?
Maybe Mexican is a bad word too in America. I’m sorry, I’m still learning.

domingo, 25 de agosto de 2013

The Broker. Part II. El ataque del perro.

¿En dónde me quedé?

Ah si, que estaba en Nueva York buscando un lugar donde vivir guiada por una mujer que no podía ni siquiera abrir las cerraduras de los departamentos que visitábamos, y no sólo eso, sino que parecía no tener la menor idea de donde se encontraban los edificios. Nos hizo caminar cuadras y cuadras bajo un calor insoportable, para luego venir a darse cuenta de que tenía la dirección equivocada. 

Nos encontrábamos en medio de este peregrinaje cuando sonó el celular de nuestra guía. Ella no contestó. Sin embargo, segundos después recibió un mensaje y nos pidió que la disculpáramos, tenía que llamara a su hijo porque era una emergencia. Me senté en las escaleras de un edificio para descansar mis ampollados pies. La mujer comenzó a gritar mientras hablaba por su teléfono celular. Por lo que pude entender, su hijo había llevado un perro a vivir a su departamento. El hijo había salido y al regresar, se encontró con la sorpresa de que el perro había destrozado el equipo de sonido, una cama y los sillones de la sala. La mujer gritaba desesperada que quería ese perro fuera en ese mismo instante. Yo la miraba asustada, pero sin poder contener mi curiosidad. La mujer caminaba de un lado a otro, y las gotas de sudor le escurrían por el cuello. Entre sollozos, le decía a su hijo que estaba feliz de que estuviera a punto de irse al ejército. La discusión siguió en el mismo tono por unos minutos más. Cuando por fin colgó, pude ver en su semblante que su propio hijo era el personaje que la tenía aterrorizada. Sus ojos mostraban confusión. Parecía haber envejecido un par de años. Se disculpó y me confesó que su hijo de 18 años había llevado un perro pit bull a vivir a su departamento. Asentí con la cabeza. Siguió caminando arrastrando los pies, y casi como si hablará con ella misma, dijo que su hijo necesitaba disciplina. 

Nos miró y nos preguntó si queríamos ir a su oficina a buscar departamentos en la base de datos. Me negué, poniendo como pretexto que ya era tarde y estábamos cansados. Le dije que le llamaría mañana. 

Nos despedimos en una esquina muy transitada y nunca más la volvimos a ver. 

Me pregunto si el hijo se habrá llevado el perro...


domingo, 18 de agosto de 2013

The Broker. Parte I.

Quedamos de vernos en una esquina.
Desde el primer momento que la vi, supe que no estaba pasando por un buen momento.
Parecía el tipo de mujer que sufre violencia intrafamiliar.
Su cabello mal pintado, agarrado en una especie de cola de caballo improvisada. Parecía no haberse pasado un cepillo en meses.
Su blusa de flores estaba llena de las bolitas que aparecen después de que una prenda ha sido lavada demasiadas veces. Sus zapatos negros gastados dejaban ver sus talones agrietados por la resequedad.
Era muy amable, pero detrás de los gruesos cristales de sus anteojos, podrías vislumbrar que había un gran drama en su vida.
Nos dijo que íbamos a ver muchos departamentos de acuerdo al rango de precio que le habíamos indicado en nuestros correos electrónicos.
En ese momento no tenía ni idea de lo que nos esperaba.
En menos de seis horas, pude conocer algunos de los lugares más deprimentes que he visto en mi vida.
La mujer se empeñaba en demostrar que el barrio por el que transitábamos era seguro y totalmente amigable, decía que en este lugar todo el mundo se conocía, por lo que ella saludaba a cualquier persona que pasaba a su lado, obviamente, sin recibir respuesta alguna.
Nos comentó que en ese barrio no llegaban los taxis amarillos, por lo que tenáimos que tomar unos automóviles de color negro, los cuales, si debo ser honesta, no me daban la más mínima confianza.
Al abrir la puerta del apartamento de esta zona, la puerta no podía abrirse del todo ya que golpeaba con la pared. Intentamos escabullirnos al interior, para encontrar un espacio diminutos más parecido a un clóset oscuro que a una vivienda. El baño estaba sucio, la música de los puestos callejeros retumbaba en el lugar y ella decía que era un barrio muy feliz.
Hubo dos departamentos a los que me negué rotundamente a entrar. Afuera de estos había cuatro hombres muy sospechosos tomando cerveza y teníamos que pasar a través de una especie de construcción para poder acceder a la puerta. Le dije que no me imaginaba llegando tarde de clases a ese lugar.
En ese momento, mi ánimo ya se encontraba por los suelos, y el ver a esa pobre mujer, la cual perdía a cada rato su celular en su bolsa de supermercado, me ponía mucho peor. Llegamos a un apartamento, en el cual, según ella, nos íbamos a sentir "como en casa". El apartamento estaba frente a una tienda llamada Mi Barrio. Al cruzar la calle, un hombre en una camioneta negra suburban, con música de banda casi nos atropella. Ella sonrió y nos dijo que así no extrañaríamos México...