jueves, 19 de mayo de 2016

La cruda realidad

Puedo escribir estas líneas porque mi hijo Matías, de casi dos meses, por fin se quedó dormido.
Ayer cuando daba pecho a las 4 de la mañana, ¿o era ya más bien hoy? No estoy muy segura. Desde hace casi dos meses he perdido un poco la noción de los días y las horas. 
Pues bien, a las 4 de la mañana de algún día, pensaba en una amiga que está embarazada, y en qué cosas le podría decir que me hubiera gustado que me dijeran a mí. 

Y la verdad, me hubiera gustado que me dijeran que la maternidad es dura, muy dura. 

No tiene nada que ver con el amor que sientes por tu hijo, no significa que no lo quieres; pero me parece increíble que muy pocas personas te hablen con la verdad.

Ni siquiera en los blogs en español hablan con honestidad. Solamente he encontrado algunas cuantas páginas inglesas y australianas hablan con la verdad. Y algunas españolas, las cuales se atreven a decir: "Joder, pero que duro es esto"
Porque al leer los blogs de maternidad y lactancia de América Latina, lo único que consigo es sentirme mal porque los hijos son ángeles caídos del cielo y nadie se queja. Todo en la maternidad es una bendición y un regalo de dios. Todo es un mensaje de la creación. Es más, buscando un tutorial para aprender a amarrarme un fular, solamente encontré videos del tipo: "Amarra el lado derecho siguiendo la rosa de los vientos, haz un doble nudo siguiendo las enseñanzas de nuestros antepasados prehispánicos. Envuelve a tu hijo con la energía de la madre tierra" Y yo me quedo pensando: ¡Bitch, dime cómo hacer el nudo y ya!  

Yo tuve la suerte de tener la orientación de doula maravillosa y contar con el apoyo de las mujeres de mi curso psicoprofiláctico, las cuales si son mujeres reales. Mujeres que lloran, se quejan, se desesperan y de pronto dicen: "No puedo más". 
Además, tengo una amiga/asesora de lactancia, la cual me dio el mejor consejo que pude haber recibido: "Recuerda que todo es temporal. Va a pasar". Y tenía razón. Porque después de tener noches en las que me despertaba cada dos horas, ahora puedo dormir cinco horas seguidas. Porque el día que pude salir al parque con Matías en el fular, me sentí libre. Porque el día que me dejó de doler la herida de la cesárea, sentí que todo era más fácil. 

Porque cada día es una prueba. Y lo que me gustaría decirle a mi amiga embarazada, es que no le va a resultar fácil, y que eso está bien. Porque todas esas personas que dicen: "A mí todo me ha parecido un lecho  de rosas" están mintiendo y necesitan terapia. 

Porque primero está el parto. Yo pujé y pujé, y dilaté, y quería parto en agua y al final terminé en cesárea, y las miradas de reproche de las madres que tuvieron a sus hijos por parto natural no se hicieron esperar. Después viene la amamantada y todo el mundo piensa que es como en esas películas de Hallmark, la madre con una bata de seda impecable, con la mirada en el retoño, y el niño comiendo plácidamente. 
No, no hay nada más lejos de eso. 
Porque yo tuve suerte y nunca me dolió amamantar. Pero a muchas mujeres que conozco, mujeres que están convencidas que es bueno alimentar a tu hijo con leche materna, muchas de ellas sufrieron. Pezones sangrantes, bebés que no paran de llorar, dolor de espalda, etc. ¿Y quién soy yo para juzgarlas? Nadie. Porque si algo le quisiera decir a a mi amiga embarazada, es que esté preparada porque nunca en su vida se va a sentir tan juzgada como en el papel de madre, y lo que es peor, se verá juzgada en su mayoría por otras mujeres. 

¿Hasta cuándo le piensas dar pecho? ¿Lo vas a meter tan chiquito a la guardería? ¿Todavía duerme con ustedes? ¿No crees que debería ir acostumbrándose a su cuna? ¿Otra vez quiere comer, no crees que deberías dejarlo llorar? 

En fin, yo prefiero la verdad. Y para mí, la verdad es que tener un hijo es una experiencia maravillosamente agotadora e intensa. Y que me queje y diga las cosas como son, no me hace menos madre, ni menos mujer, ni me hace querer menos a mi hijo. 

Algunas amigas fueron honestas y les estoy eternamente agradecida. Amigas que fueron valientes para decir en voz alta: "A mí la depresión postparto se me quitó el día que volví a trabajar". Amigas que aman a sus hijas pero que dicen: "Yo no volvería a tener otro". Y todas ellas son madres que tuvieron parto humanizado y amamantaron por más de dos años. 

Así que ya es tiempo de quitarnos la culpa. Y aprender a decir en voz alta: amo profundamente a mi hijo pero a veces estoy inmensamente agotada. Amo a mi hijo pero también soy una persona, no solamente soy madre. 


lunes, 9 de mayo de 2016

Puerperio o mi repentina obsesión con Anne Hathaway

Matías nació el 25 de marzo del 2016.
Un día después de que naciera Jonathan Rosebanks Shulman, el hijo de Anne Hathaway. 

El puerperio puede ser una etapa  muy extraña, llena de intensos cambios hormonales, subidas y bajadas de humor tan repentinos, que incluso puedes llegar a pensar que estás... loca. 

Y es que no es para menos, la situación ES como para volverse loca.
Imaginen llevar días sin haber dormido más de dos horas consecutivas, tener los pies hinchados parecidos a los de un hobbit, el camisón mojado a causa del calostro que les chorrea, verse forzados a usar pañales de adulto ya que las toallas femeninas no alcanzan a contener el flujo postparto, mirarse frente al espejo y observar un estómago tan excesivamente inflamado, que llegan a dudar si es que el doctor no se habría olvidado de sacarles un segundo bebé de la panza. 

Al amamantar a mi hijo a las cuatro de la mañana, un pensamiento se instaló en mi cabeza. No sé si surgió después de haberme perdido en los ojos negros del Señor Cara de Papa o si me hipnotizaron las figuras del movil de la cuna, pero en ese momento, una idea obsesiva se apoderó de mí. La idea de que Anne Hathaway estaba pasando por lo mismo que yo en ese preciso instante. Al haber parido con tan sólo un día de diferencia, ella y yo estábamos conectadas de una extraña manera. 

Cuando Matías hizo una diarrea tan explosiva que el pecho me quedó cubierto de meconio, no podía evitar pensar ¿a ella también le habrá ocurrido lo mismo? Al cambiarle el trajecito por cuarta vez en un lapso de dos horas ya que se había orinado de pies a cabeza, imaginaba si ella tendría un asistente que le eligiera la ropa del bebé. Cuando Matías se llenó de ronchas sin razón aparente y me puse a googlear en BabyCenter a las doce de la noche, reflexioné: Seguramente Anne no tiene que hacer esto. Ella debe tener una enfermera disponible las 24 horas. Cuando me bajó la leche, los pechos se me pusieron calientes y tan duros como dos balones de futból. La única cosa que logró desinflamarlos y calmar el dolor fueron las hojas de col. Así que mientras me miraba al espejo, semidesnuda, con las hojas moradas tapándome los pezones, imaginaba si es que Anne habría mandando a su marido a comprar una col de emergencia a Trader Joe´s, como yo había mandado al mío a comprar a Superama. 

Pero ¿por qué esta obsesión con ella? No es ni de lejos una de mis actrices favoritas y la única vez que la vi fue en el parque de Green Point, cerca de mi casa en Brooklyn. Paseaba a mi perro y de pronto vi una chica muy linda, sin una gota de maquillaje, la cual también paseaba a su perro. Al pasar a mi lado, me di cuenta de que era la famosa actriz. Obviamente, a la más pura usanza neoyorkina, fingí no estar sorprendida y seguí caminando de frente. Obviamente, al instante que la perdí de vista, le llamé a una amiga para platicarle mi encuentro. 

Así que la única explicación que me queda, es que el puerperio es una etapa extraña. Y que por lo menos no me obsesioné con Andrea Legarreta o Ninel Conde. 

¿Cómo terminó mi obsesión? De manera muy simple. Un día el baby blues se apoderó de mí. Lloraba sin sentido, me sentía exhausta y pensaba que no era justo que Anne tuviera tanta ayuda, incluso un chef especializado en dieta postparto. L único que me hizo sentir bien fue una serie de videos de YouTube que me puso mi marido donde la gente se cae de las maneras más estúpidas. La desgracia ajena siempre causa consuelo. 

Y al otro día, amanecí mejor. Y en mi teléfono, vi una nota de "la primer aparición pública de Anne Hathaway después del nacimiento de su hijo". 
No estaba en NY sino en Los Ángeles. Y se veía regia. Descansada. Bañada. Bien comida. Vistiendo un jumpsuit de diseñador. 

Y me di cuenta de que ella y yo no teníamos nada en común. Es distinto ser una madre real a una madre de revista. Y es que cada día tiene un nuevo reto, y cuando crees que ya tienes todo dominado, aparece uno nuevo que te mueve todo el panorama. 
Pero  cada día, también tiene pequeños logros, como el del día de hoy, que por fin pude tener unos minutos para escribir mi blog.

¿Y el parto? bueno, eso amerita otra entrada y un lector con buen estómago para ser capaz de leerla.