jueves, 11 de diciembre de 2008

Una mañana cualquiera


Camino medio dormida. Apenas son las siete y media y Puno da vueltas sobre su propio eje buscando el lugar preciso dónde echarse un "cake". La correa se le enreda entre las patas. Hace un tremendo pastel de chocolate, lo recojo dentro de una bolsa y busco el bote de basura más cercano. La ciudad todavía luce su neblina habitual, pero la humedad hace que la sudadera se me pegue a los brazos, indicándome que por fin se ha terminado el invierno, y que el verano está a la vuelta de la esquina.

Pero miro a la esquina y no es el verano lo que encuentro.

Lo que observo es un grupo de personas cuyo movimiento me hace recordar un enjambre de abejas. Continúo caminando hacia el parque. También mi perro está desconcertado. De pronto el grupo se detiene unos minutos, para acto seguido, salir disparados en todas direcciones, en grupos de dos. Me voy acercando y puedo ver mejor. Las mujeres llevan faldas hasta el tobillo y blusas de manga larga. Los hombres visten camisas muy bien planchadas y fajadas dentro del pantalón. Todos llevan libros en la mano. Es un panorama extraño para las siete y media de la mañana. Puno y yo estamos intrigados. Una pareja se dirige hacia el parque. Decidimos seguirlos. Diversas personas haciendo ejercicio pasan a su lado, pero ellos parecen ignorarlas. Un hombre de traje, el cual lleva un café de Starbucks en la mano, los mira detenidamente. Ellos pasan de largo. Por fin, parece que han encontrado una persona que llama su atención. Aprietan el paso y se dirigen al wachimán del parque. Puno se empeña en oler todo a su paso, por lo que pierdo unos minutos muy valiosos. Ahora está haciendo pipí. Que momento tan oportuno ha elegido. Observo la escena desde lejos. Los dos hombres hablan con el wachimán y le muestran imágenes del libro. Jalo a Puno como puedo, él va dejando unas gotitas amarillas tras de sí. Ya podrá terminar de hacer en el parque. Por fin llego. Le quito la correa y sale despavorido a orinar tranquilamente sobre unas plantas. Yo hago como que lo observo e incluso le silbo algunas veces mientras me acerco lo suficiente para ver de que están hablando.

Escucho pecado, Biblia, perdición del mundo actual, y algo sobre el infierno. El wachimán los mira con cara de susto. En ese momento, una señora vestida con ropa deportiva, pasa por ahí. Alcanza a escuchar algo de lo que están predicando y se detiene. "Les tengo una encuesta" les dice de manera directa. Los dos hombrecillos morenos la miran, desconcertados. "¿Ustedes saben que se celebra hoy? " Ellos no contestan nada. "Hoy hace 60 años se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¿Por qué mejor no hablan sobre eso?" Uno de los hombres mejora su postura, se aclara la garganta y como si estuviera orgulloso de tener la respuesta correcta, se dirige a la señora "Ese es trabajo del gobierno, de los políticos" La señora suspira. "De eso deben hablar las religiones, de la no discriminación, de la igualdad, de la dignidad humana ¿O ustedes que piensan?"

Para ese momento yo ya estoy prácticamente al lado, observando la escena muy de cerca. Los dos hombrecillos se miran entre sí. A ellos no les dijeron que tenían que razonar. No les advirtieron que tendrían que pensar, o que quizás alguien les pediría su opinión. A ellos los aleccionaron para que dijeran un discurso cerrado, dónde se tiene que seguir al pie de la letra lo que dice la Biblia. La Señora los mira, les sonríe y continúa su camino. La pareja pasa saliva. Fijan la vista de nuevo en sus libros, y siguen con el discurso, como si nada hubiera pasado.

Puno ya está del otro lado del parque. Tengo que correr para alcanzarlo. Está jugando con un jack russel y otra pareja de lavadores de cerebros acosa a la empleada que pasea al perro. Miro a mi alrededor. Están por todos lados. Una pareja habla con el mensajero de la motocicleta, otros con el jardinero. ¡Por favor, quiero que vengan a darme el discurso a mí! Me encanta llevarles la contraria y hacerlos dudar. Pero ninguno se me acerca. Me muevo por todo el jardín jugando con mi perro, pero parece que mi perfil no les atrae...

De regreso, observo como una pareja de gringos se pelea en una esquina. La chica comienza a llorar y se da la media vuelta. El la mira como se aleja, y se cruza a comprar un cigarro suelto. Estoy segura que irá tras ella. Espero en el alto. Se que antes de que cuente hasta diez él correrá a buscarla. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Se los dije. El chico comienza a caminar de manera apurada. En la casa, Puno desayuna y después se duerme mientras escribo este blog. Cuando salgo al banco, me vuelvo a encontrar con la pareja, quien ahora se besa amorosamente.

Así es una mañana típica para mí en Lima.


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