miércoles, 3 de noviembre de 2010

Embajadas y Consulados


A finales de mes tengo la última sesión presencial de un Laboratorio de Guión, la cual se llevará a cabo en Italia.

Durante meses, solicité a la Secretaria de Relaciones Exteriores el apoyo para el pasaje aéreo ya que cuento con una beca que me cubre el costo del Taller (más de dos mil euros), el hospedaje y las comidas.

Durante este periodo hubo infinidad de correos electrónicos, llamadas y envíos que sería cansado enumerar en esta entrada.

Hoy recibí una respuesta en la que dicen que: "Lamentablemente la Dirección General no está en posibilidades de otorgar el apoyo solicitado"

Esta bien, no estaban obligados a aprobar mi petición. Pero lo que me molesta, es que la semana pasada, leí una nota en el periódico Milenio, de la cual cito algunos párrafos:

Jaguar X, año 2005: obsoleto. Volvo Sedán 2004: obsoleto. Audi A6 2005: obsoleto. Mercedes Benz 2006: obsoleto. Confrontados con la dificultad de transportarse en autos viejos, los embajadores de México en media docena de países llegarán a 2011 con un envidiable regalo de año nuevo: carros de lujo. (...) el proyecto de adquisición vehicular 2011 de Relaciones Exteriores detalla que, aun en momentos de austeridad y pese a que algunas unidades no tienen más de 5 años de haber sido compradas, Tlatelolco quiere cambiar de auto a los embajadores y cónsules de México en Singapur, Rusia, Hong Kong, Shanghái, Bolivia, España, Israel y República Checa, entre otras representaciones diplomáticas.

Y solamente espero que esta petición de adquisición de vehículos reciba la misma respuesta que la mía por parte del Congreso.

Y es que la Secretaria de Relaciones Exteriores no deja de sorprenderme, así como todos los funcionarios que de los Consulados y Embajadas . ¿Alguno de ellos realmente trabaja? Porque en los últimos años he tenido la oportunidad de vivir en diversos países y nunca he recibido ni apoyo, ni asesoría, y ni siquiera buen trato por parte de estas personas.

Cuando quebró Air Madrid, las personas que nos habíamos quedado literalmente "tiradas" se dirigían a su Consulado. Cuando llamé al mío me dijeron: "Habla a tu casa y pídele dinero a tus papás". Cuando ocurrió lo de la H1N1, prohibieron los vuelos de Lima a México y una amiga de Guadalajara no podía salir de Perú. Le recomendé ir al Consulado. Cuando logró hablar con alguien, el apoyo recibido fue.... el número de teléfono de la Aerolínea. (el cual obviamente ella ya tenía).

Pero estas historias son realmente detalles sin importancia, cuando escuchas problemas de verdad.

En un vuelo que tomé en días pasados, me senté al lado de una señora muy guapa. Cargaba unas bolsas con escritura china, por lo que pensé "si claro, la señora fresa se fue de compras a Asia".
Es increíble como nos dejamos llevar por las primeras apariencias y me sentí muy avergonzada cuando escuché su historia.

A la hora de la comida me contó que venía regresando de Shangai con su hermana , después de haber estado un mes en esa ciudad. Su sobrino de 28 años había sufrido un accidente, un camión lo atropelló mientras conducía una motocicleta. El chico es chef y había ido a trabajar a Expo Shangai. Su contratante lo llevó... sin seguro médico. Cuando la señora y la madre del chico llegaron, él estaba en coma y con la cara desfigurada. Imaginen la impresión de dos señoras, las cuales no hablan una palabra de chino y tienen que enfrentarse de pronto a informaciones médicas, con su hijo postrado en una cama, sin siquiera saber si va a despertar o no.

El trato de su Consulado dejó mucho que desear y como no quiero causarles algún problema, sólo puedo decirles que el Cónsul llegó incluso a negarles un vaso de agua. De las cuentas del hospital... el contratante también se desentendió; aunque algo positivo salió de este lamentable accidente, porque este señor algo se asustó, e inmediatamente aseguró al resto de sus empleados.

Después de un mes la madre y la tía del chico tenían que regresar a su ciudad de origen.
El chico había despertado pero con un evidente daño neurológico. La cara de dolor de la madre lo decía todo al haber tenido que abandonar a su hijo en un hospital del otro lado del mundo y sin saber cuando podría regresar.

Cuando escuchas historias como esta, la anécdota de mi boleto de avión a Italia parece intrascendente y superficial. Y puede que lo sea.










miércoles, 25 de agosto de 2010

I hate people


Es un hecho comprobado. Odio a la gente. En verdad la odio y me considero totalmente incapaz de vivir en el mundo real.

Me pongo a pensar como hace el resto de las personas, y al preguntármelo, me doy cuenta que tengo demasiado tiempo libre, si es que me queda tiempo para ponerme a analizar este tipo de cosas. Hay muchas personas que simplemente sobreviven; o que tienen tres trabajos; o una familia numerosa que alimentar y que llegan tan cansados al final del día, que obviamente no van a tener tiempo de ponerse a pensar si es que odian a los demás.

La gente te dice que no puedes vivir enojado. Error. Si se puede y yo soy el vivo ejemplo. No puedo creer que la gente sea tan desconsiderada, egoísta, corrupta, intolerante, conservadora, machista, mocha, hipócrita e interesada, por mencionar algunas cosas.

Estoy decepcionada de la raza humana y creo que lo mejor que le podría pasar al planeta tierra es que nos extinguiéramos, es la opción más viable para salvarla, la única y más honesta política verde.

Hay infinidad de cosas que me hacen sentirme molesta y deprimida desde las primeras horas del día.

Me molesto al ver los titulares de los periódicos, ¿cómo puedes no molestarte al ver las cifras de los muertos en México o el comentario del día de la vestida más famosa de México? (me refiero obviamente a Sandoval, porque usa un vestidito negro nada favorecedor )

De ahí, si tengo que salir digamos al Banco, ten el camino tengo que soportar los comentarios libidinosos de: trabajadores de la construcción, porteros de edificios, mensajeros, ejecutivos, etc. Y no, no me acostumbro. Nunca lo he soportado ni en México, ni en Ecuador, ni en España ni en ningún lado. No necesito que un hombre me reafirme como me veo, para eso tengo espejos en mi casa.

Eso es si voy caminando, porque si voy en bicicleta, tengo que soportar a los automóviles que piensan que las calles son solamente suyas, y que tendrías que quitarte de su camino, o sino, simplemente están dispuestos a pasar, literalmente, por encima de ti. Si voy en autobús... no el tema de las combis en Perú es demasiado extenso como para hablar de eso ahora. Aunque recuerdo el comentario de una amiga, que me decía que le molestaba la puntualidad del transporte público en el país donde vivía. Que si el horario del autobús decía que este pasaría a las 14:23, el autobús pasaba exactamente a las 14:23, ni un minuto más ni un minuto menos.

A veces me gustaría tener ese tipo de problemas, me imagino una conversación del tipo: "Maldita sea, que bien funcionaba el metro hoy en la mañana" o "No puede ser, han pavimentado de nuevo la ciclovía" o mejor aún "Estoy cansada de que todos los autos se paren cuando quiero atravesar la calle con mi hijo, ¡es insoportable!"

Pero ahora tengo que irme. El pay de manzana que he horneado está listo e iré a ver televisión sentada cómodamente en mi sillón, mientras pienso lo terrible que es mi vida y lo mucho que odio al mundo.

martes, 10 de agosto de 2010

No cars Go


Nunca me gustaron los autos, los carros, los coches, los automóviles o como quieran llamarles.

Antes de entrar a la preparatoria, mis padres me inscribieron en unos cursos para prepararme para el examen. Era la primera vez que iría a un colegio "mixto" después de pasar toda una vida con las monjas, por lo que se imaginarán mi emoción. Ilusamente, pensé que la mejor manera de causar buena impresión a los chicos del curso, sería llegando en mi bicicleta nueva. Error. A todas las niñas bien las llevaban sus mamás en sus camionetas y yo era era única rara que llegaba en este medio de transporte.

Cuando me llegó la edad de manejar, mis padres pensaron que como cualquier persona "normal" lo mejor que podría recibir sería un coche. Me regalaron una Caribe de color blanco, a la cual decidimos bautizar con el nombre de "Bicho" por la gran cantidad de especímenes diversos que se reproducían dentro de ella. Se le metía el agua por todos lados, por lo que en los pequeños charcos podías encontrar algunos renacuajos. Los asientos tenían una plaga de hormigas, "asquilines" diríamos en Guadalajara, lo que significa que no picaban. Podías ver las estrellas gracias a los agujeros del techo, eso si era una delicia.

En fin, el Bicho y yo tuvimos una amistad muy corta. Salimos un par de veces a dar la vuelta por la ciudad y el estrés que me producía manejar, rindió sus frutos cuando choqué frente a casa de mi abuela contra un coche... estacionado.

No quise saber nada más del Bicho ni de ningún auto, y todos los días me iba a la universidad en autobús. En una hora de ida y otra de vuelta, leí gran cantidad de libros y escuché con atención discos tan espectaculares como "Mellon Collie and the Infinite Sadness". Obviamente a veces era cansado subirte al camión cuando este iba abarrotado y con el calor de las dos de la tarde, pero para mí, todo era mejor a conducir. Lo peor era tener que pedirle aventón a mis amigas para salir en las noches. Las líneas de autobús cercanas a mi casa dejaban de pasar a las 10 de la noche.

En Barcelona, descubrí el placer de tener un transporte público eficiente. Sólo necesitaba mi pase y mi tarjeta de horarios. Si se me hacía muy tarde, sólo era cuestión de esperar a que abrieran la estación. Con mis dos piernas y mi tarjeta de transporte, todo era posible. No había tenido está sensación de libertad hasta hace poco, cuando me regalaron una nueva bicicleta.

Es pequeña, de color rojo y se parece un poco a la de la película de E.T.
Últimamente me he decidido a realizar mis actividades cotidianas en ella: supermercado, banco, cine, pasear al perro, etc. Que descubrimiento. Me siento una tonta por no haberme decidido antes. Pero es como cuando alguien se rehabilita, tiene que hacerlo por si mismo, por más que le digan las bondades de tal o cual actividad, si la persona no lo prueba, no hay manera de convencerla. La había utilizado para pasear, ir a sitios cercanos, dar una vuelta mirando el mar; pero nunca como un medio de transporte urbano. Veo el mundo con diferentes ojos, me parece increíble que las personas sigan utilizando el automóvil teniendo la bicicleta. Me siento como una fanática que ha entrado a una secta y quiere convertir a sus semejantes.

Ahora entiendo a los Testigos de Jehová que se ponen a predicar de casa en casa.
Me dan ganas de decirle a todo el mundo cuando los veo estresados en sus automóviles en medio del ruido y del tráfico infernal: ¡Vamos, bájense, súbanse a una bicicleta. Si todos lo hacemos, tendríamos una ciudad mejor! Pero no puedo, porque en ese momento un taxista se me mete, tengo que esquivarlo para no morir atropellada, le grito que si no me ha visto, se ríe de mi, y cuando se va, suspiro y digo para mis adentros: "Señor, perdónalos porque no saben lo que hacen"


lunes, 19 de julio de 2010

Miedo Vs. MIEDO


Cuando era pequeña, recuerdo que por las tardes, entre caricatura y caricatura, veía las cápsulas del Tío Gamboín. No entendía muy bien y tampoco me interesaba mucho lo que decía el señor de saco rojo con muchos pines en la solapa, el cual más bien parecía organizador de viajes a Disneylandia de la primaria. Lo que realmente me gustaba ver, y lo hacía, debo confesarlo, con un poco de morbo, era la sección que aparecía solamente unos segundos después de que el viejito hablaba, y la cual se titulaba: Servicios a la Comunidad. En ella aparecían las fotografías de niños y adolescentes que se habían extraviado. La voz narraba donde se le había visto por última vez, la ropa que llevaban y al final sus señas particulares. Esto último me asustaba muchísimo y llegué a pasar largas horas pensando cual sería mi seña particular si algún día me perdiera. ¿Mis pecas en los hombros? pero ¿y si llegaba a perderme con camiseta de larga? . Me buscaba y rebuscaba cicatrices y manchas que sirvieran para distinguirme en una multitud, pero solamente logré encontrar un lunar muy grande... en uno de los dedos del pie. El miedo a perderme y a no tener una seña particular, llegó a quitarme el sueño durante varias noches de mi infancia, y las frases de la abuela como "no te salgas porque te va agarrar un viejo", "ven para acá porque aquí roban niños", no eran de mucha ayuda.

Recuerdo los miedos de mi niñez y pienso si serán los mismos miedos que tendrán los niños de México en la actualidad.

Hace poco una amiga que vive en Monterrey, tuvo que quedarse encerrada en su casa durante todo el fin de semana, acompañada de su hijo de dos años , ya que en las calles había "ajuste de cuentas" entre narcos, o entre narcos y policías, o entre narcos y militares, o entre policías y narcos y militares; alguna de esas combinaciones.

El otro día, cerca de la casa de mi suegra, lanzaron una granada afuera de un hospital.

Otra amiga vino de viaje desde Francia a su natal Chihuahua, y se encontró con la novedad de que no podía ir a comprar paletas de hielo a un pueblo cercano, ya no era seguro y tuvo que pasar sus vacaciones prácticamente dentro de su casa.

Yo me pregunto ¿cuáles serán ahora los miedos de los niños y los adolescentes en México? ¿Crecerán con miedo a salir a la calle? ¿Con miedo a ir de viaje por carretera con sus padres? ¿Con miedo a parar en un alto junto a una Hummer? Cuando vayan a una fiesta, ¿tendrán miedo de que llegue un comando armado a armar una balacera?.

Hace más de un año que no escribía en mi blog. Llámenle falta de tiempo, de ganas o simplemente no tenía nada que decir. Hoy, después de ver la noticia de 17 jóvenes asesinados en una fiesta en Torreón, creo que si tengo algo que decir. Creo que TODOS los mexicanos tenemos algo que decir respecto a la violencia, pero ¿Cómo podemos actuar? ¿Qué podemos hacer desde la sociedad civil?

A falta de una respuesta a tales cuestionamientos, lo único que se me ocurrió fue escribir...