miércoles, 19 de marzo de 2014

Cat Power y el pasado.

Escribir.
Tengo que escribir.
Revisar las primeras treinta páginas de un guión de largometraje.
Escribir las siguientes treinta. 
Escribir un tratamiento de quince páginas para otro guión. 
Y no puedo. O no quiero. Un pan con queso. Si. Una galleta con chispas de chocolate. 
La atmósfera me lleva a otra época de mi vida. Casi puedo sentir el miedo en el aire. Una ansiedad viscosa que me deja inmóvil. Y entonces pienso en ella. 
Mi primer concierto de Cat Power. 
Chan Marshall en Williamsburg. El frío en la fila antes de entrar. La emoción. Las ganas de ir al baño pero no quererme mover de mi lugar. Salió dos horas tarde. Pero no me importó. Era ella, una guitarra y un piano. 
Su voz invadió el recinto y las lágrimas cubrieron mis mejillas al recordar errores, al darme cuenta de que el pasado no se puede cambiar y que somos el resultado de nuestras decisiones. 
Chan se sentó al piano y entonces sucedió. Dijo no recordar que canciones iba a cantar. Dijo que lo sentía mucho, pero que había olvidado su lista. La gente le gritaba los nombres de las canciones que quería escuchar. Ella los miraba y se disculpaba de nuevo. Ya no sabía como tocar esa canción, lo había olvidado. En lugar de una cerveza, tomaba una taza de te, y miraba a la audiencia, aterrada. 
Como yo, ella también tenía miedo. Pero yo podía esconderme entre la multitud. Ella no. 
Comenzaba una canción y de pronto se paraba en seco, disculpándose otra vez. 
De nuevo la guitarra. Su voz. Si no fuera por la voz, habría pensado que la persona frente a mi no era Cat Power. Cabello corto y descuidado. Sobrepeso. Mejillas rosadas y sudor abundante. Parecía más bien la cajera de algún supermercado perdido en el centro del país. Y de nuevo, interrumpió la canción. 
Un ser humano frágil y aterrado se mostraba frente a nosotros, diciendo: "No puedo hacer esto, pero por favor, no se vayan". Pero la gente no escuchó su clamor, y cansados de tantas disculpas, de tantos errores, comenzaron a irse. Y yo la veía, e intentaba que nuestros ojos se cruzaran, para decirle que yo la entendía, que en una época yo también tuve miedo y con tal de no quedarme sola, me quedé cantando en medio del escenario, actuando y tratando de complacer a una audiencia a la cual yo no le importaba. 
Chan Marshall dejó de tomar hace un tiempo y es mucho más fácil enfrentarte a tus demonios con la ayuda del alcohol. Lo difícil, es enfrentarlos sobria. Nosotros, los asistentes, como sanguijuelas, solamente queríamos succionarle su música, no importa el precio que Chan tenga que pagar. La preferimos borracha, pero cantando.
Quedamos alrededor de cien personas en el lugar. Nos acercamos al escenario y ella seguía cantando lo que podía. Lo que recordaba. Repetía canciones. Pero me quedé hasta el final. 
Porque yo no iba a ser como las personas de esa época. No. Yo no soy de esas personas que te abandonan cuando la fiesta termina y las luces se encienden y hay que mirarse los unos a los otros, con el rimel corrido y el remordimiento a flor de piel. No. Yo me quedé hasta que Cat Power terminó.