miércoles, 10 de diciembre de 2008

Mitos


Hace algunos meses, en la ciudad de Guadalajara, mi pareja y yo tuvimos un encuentro de lo más extraño. Nos presentaron un sacerdote. El hombre era moreno, de mediana edad, no había nada particular en él. De pronto, se puso de pie, abrazó a mi pareja y le dijo : ¿Tú eres el misionero? Whaaaaaaaaaaaaaaaaat? ¿ El qué? Yo no sabía si reírme, o llorar. Parecía que todo este tiempo había estado casada con San Pablo y no me había dado cuenta. Aunque pensándolo bien, debe ser excitante. Hacer pecar a un santo ¿no? Yo estaba inmersa en esas fantasías cuando me di cuenta de que mi pareja estaba visiblemente incómoda. De la manera más amable, le dijo que él no era misionero, que era Médico y se dedicaba a la Cooperación.

El padrecito parecía no escuchar nada y le soltó un discurso de lo buena persona que era, y que debería haber más gente como él en el mundo, que ayudarán a prójimo sin esperar nada a cambio. Como pudimos, nos disculpamos alegando un compromiso, y escapamos de allí.

A la gente le cuesta entender que la Cooperación es un trabajo como cualquier otro. Es una opción de vida como lo puede ser poner tu propio consultorio, abrir un restaurante de mariscos o ser comentarista deportivo. No son santos, ni viven del aire que respiran. Son personas como cualquier otra, que necesitan ganar un sueldo, que visten y calzan y comen, y si, también cagan, aunque la gente quiera ver a las heces de los cooperantes como"buenas obras". En fin.

Se critica mucho a la empresa privada. Se tiene a la imagen del empresario como un ente maligno que explota a sus trabajadores para que se queden pobres y él siempre tener más y más.
Yo no tengo esa visión. Me han tratado mucho mejor en una agencia de publicidad que en una Ong. Y sé que es malo generalizar, de hecho odio hacerlo, pero cuando ves que el hermano marista que dirige la asociación civil donde trabajas, le niega el contrato a tu amiga porque está embarazada, y no están dispuestos a pagarle la incapacidad; o cuando el otro sacerdote, ya no sabes de cual marca, les dice que no hay dinero para los sueldos, y sin embargo gasta millonadas en comprar dos toneladas de mierda (literalmente compró dos toneladas de composta) "para hacer un negocio"; o cuando los compañeros de la fundación te critican porque recibes un sueldo, cuando ellos hicieron ese mismo trabajo durante años, sin recibir un centavo, es que te preguntas si realmente la empresa privada es tan despiadada como decían.

Porque hablando de los trabajos gratis...
En eso son expertos. Con el pretexto de que nunca hay dinero, intentan conseguir cualquier servicio sin que les cueste. Y ellos si te explotan. Y no sólo eso, sino que te hacen sentir culpable por el hecho de querer recibir una retribución justa por tus horas de trabajo. A mí me llegaron a decir que había un déficit en mi proyecto. Revisando las cuentas, me di cuenta de que ese "déficit" era mi sueldo. Es increíble darte cuenta como es que quieren un trabajo bien hecho, sin querer desembolsar un centavo. Y es por eso que terminan contratando jóvenes recién egresados de la preparatoria, para que se hagan cargo de escuelas enteras. Y lo único que pasa es que esos proyectos se siguen perpetuando, ya que los chicos que llegan piensan que ayudar es disfrazarse de artesanía y limpiarle los mocos a los niños.
Porque en el fondo, lo que esas organizaciones quieren, es que los proyectos no crezcan. Si la situación de los indígenas mejora, se les acaba la chamba.

Y esas son las asociaciones religiosas. Uno pensaría que el sector laico es diferente. Es lamentable darnos cuenta de que no es así, y que se le niegan presupuestos enteros a regiones, simplemente porque no están de acuerdo con la visión política del alcalde; o que el dinero que supuestamente tendría que ir para toda la población vulnerable, se queda en cierta minoría, porque alguien es líder dentro de esta.

No quiero generalizar. Odio generalizar. Es verdad que existen organizaciones internacionales, nacionales, regionales y locales, que no son así. Y que dentro de las asociaciones religiosas, también hay personas valiosas, con una visión de cambio. Lamentablemente no son la mayoría.

Pero está en nosotros exigir que se valore nuestro trabajo, y exigir que realicen su labor de una manera profesional.

No más trabajos sin retribución. Me lo repetí a mi misma por la mañana, frente al mar de Lima.
Cuando regalas tu trabajo, corres el riesgo de que no lo valoren. Y yo valgo mucho, muchísimo.

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