viernes, 28 de noviembre de 2008

Lima Limón


En el aniversario número 474 de la fundación de la ciudad de Lima, creo oportuno dedicarle algunas líneas a la ciudad dónde vivo.

Imaginen una lima, (un cítrico) partida por la mitad. Después, como si estuvieran en "El espacio de Cositas", vuelvan a cortar cada una de esas mitades en dos. Y de nuevo en dos. Y ahora imagínense que cada uno de esos pedacitos, tuviera un sabor completamente diferente, e incluso colores opuestos y apariencias distintas. Algunos serían dulces y jugosos, otros amarillos y amargos, algunos estarían llenos de semillas, otros lucirían duros y secos.

Pues exactamente así es Lima, la percibes de manera muy diferente dependiendo del pedazo que te toque.

Que el mar te quede a sólo diez minutos caminando; que puedas sacar a tu perro a pasear a las dos de la mañana sin ningún problema, ya que las motocicletas de seguridad pasan cada cinco minutos; que puedas comprar frutas y verduras en el mercado de orgánicos; que tengas al alcance un centro cultural con cine de autor a precios accesibles; que haya un restaurante de comida gourmet-fusión en cada calle; todo eso es posible si vives en Miraflores o en San Isidro, y si, cómo yo, eres una holgazana que se dedica todo el santo día a escribir, pasear a su perro, y cocinar platillos nuevos con ingredientes orgánicos.

Pero, si por el contrario, eres una persona que para trasladarse al trabajo tiene que pasar como mínimo dos horas de su día en un autobús o en una combi; si en tu barrio hay zonas por las que no puedes caminar una vez que oscureció; si las calles de tu colonia no están ni siquiera pavimentadas; si tienes que trabajar más de doce horas al día para sobrevivir; si la patrona ha decidido que en el cuarto de servicio no haya agua caliente; entonces la Lima que vives no tiene nada que ver con la que describí anteriormente.

Yo paseo todos los días por el malecón.

Hace unos meses, tuve la oportunidad de conocer un grupo de mujeres líderes en San Juan de Lurigancho, una zona a las afueras de Lima. La cooperante que trabaja con ellas, les mostró unas imágenes que se habían grabado en Miraflores. Muchas de esas personas no sabían que en Lima existía un malecón. Cuando aparecieron sus jardines, su faro, su ciclovía, una señora preguntó: ¿Qué ciudad es esa? . Las imágenes eran de su ciudad.

Lo que más les llamó la atención fueron las escaleras eléctricas del centro comercial. Muchas de ellas tienen que trepar literalmente por el cerro para llegar a sus casas, que se encuentran en medio de asentamientos irregulares. Tampoco tienen drenaje, o alumbrado público.

Así que yo podría hablarles de que Lima es una ciudad muy cosmopolita, con una vida cultural fascinante, dónde puedes caminar con toda la seguridad del mundo. Pero les estaría hablando solamente del pedazo de Lima que me tocó en la feria.

Lima es una ciudad clasista por excelencia, llena de contrastes. Tiene el peor transporte público que he visto en mi vida, y esa afirmación, viniendo de México, ya es bastante grave. Aquí no se respeta ninguna regla de tránsito. Me parece que la municipalidad de la ciudad podría ahorrarse mucho dinero si dejara de pintar los pasos de cebra, o líneas peatonales. Nadie los respeta, y me atrevería a decir que la mayoría de los conductores no tienen la menor idea para lo que sirven, quizás piensan que es un mero adorno. Las direccionales, olvídense, son un lujo. Incluso estoy pensando que tal vez los carros en Perú no tengan ese tipo de luces, porque no es normal que nadie las utilice. Si quieres dar vuelta a la derecha en la siguiente calle, no te molestes en cambiarte al carril de la derecha: aquí puedes girar dónde quieras y cuando quieras. Ah, pero no se te ocurra quejarte con algún chofer que no respete el paso peatonal, porque eso si, a los limeños no les gustan las personas que reclaman o que se quejan, eso es ser maleducados. Y como pueden ver, ellos son "muy educados".

En fin. Muchas felicidades para Lima en su cumpleaños; espero que continúe como hasta ahora, convirtiéndose en una ciudad que sirve sólo a los ricos, en una ciudad para los automóviles y no para los peatones, dónde se cree que desarrollo y modernidad significa derrumbar casas y construir rascacielos. Tiene suerte, si sigue así, no llegará a vieja.




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