miércoles, 26 de noviembre de 2008

La esposa del Doctor


No, nunca fue mi sueño casarme con un doctor.

Y no es que tenga algo en contra de ellos, al contrario. Siempre he vivido ese mundo muy de cerca. Tal vez por eso es que quería encontrar a alguien fuera de lo común.
Y lo encontré.

Con el ligero detalle de que también era médico. Pero bueno, nadie es perfecto.


Viviendo en ciudades tan diversas como en las que he tenido oportunidad de hacerlo, resulta curioso como cambia la percepción de la gente ante nuestra relación. Por ejemplo, en Madrid, opté por decir que vivía en unión libre, ya que la mirada que recibía al decir que estaba casada, era como si de pronto me hubiera convertido en militante del PP. En Ecuador, la cosa fue cambiando, y de pronto, me vi despojada de toda identidad, y pasé a convertirme, para los demás, simplemente en "la esposa del doctor"

A la gente le da flojera saber que significa haber estudidado Artes Audiovisuales.

Mucho menos pueden entender que quiera dedicarme a escribir.
Cuando me preguntan lo que hago, ha habido mujeres que aún después de haberme escuchado, me comentan"Ah, entonces eres ama de casa" y obviamente dicen esto en el sentido peyorativo de la palabra. He intentado que todos estos comentarios se me resbalen, y no darles importancia alguna; pero en este continente, es cada vez más difícil sobrellevar la concepción de que debes de tener un hombre a tu lado para tener valor ante los demás. La sociedad empieza a agobiarte, y cuando de pronto, de los labios de tu pareja, sale la frase : ¿ Y quieres hacer alguna otra cosa además de escribir? , sabes que a veces, latinoamérica puede tener un efecto nocivo para la salud.


Ayer viví una experiencia que me hizo recobrar la esperanza y me recordó quien soy en realidad. Se celebró el Día Mundial de la No Violencia contra la Mujer, y le ayudé a una amiga a grabar un evento. Este se realizó en uno de los barrios menos privilegiados de Lima, San Juan de Lurigancho. En un día sin tráfico, puedes hacer hora y media en autobús para llegar hasta allá.


Cuando llegué al auditorio, me sorprendió la gran cantidad de mujeres que había congregadas, muchas de ellas, literalmente, con sus hijos colgando de una chichi. A pesar de que algunas apenas se encuentran estudiando los primeros cursos de alfabetización, escuchaban atentamente la charla sobre los Derechos de la Mujer. Dejaron sus trabajos, su casa, su marido, para poder asisitir a este evento, en el que participaban de una manera muy activa. Sus aportes y comentarios eran de mujeres empoderadas, las cuales tal vez no tuvieron muchas oportunidades, pero que sin embargo habían cambiado su manera de pensar, habían dejado de ser víctimas, para convertirse en líderes, unirse a otras mujeres y mejorar la calidad de vida de sus barrios y de sus propias hogares.


Me sorprendió su nivel de autoestima, la motivación que tenían de hacer de este un mundo mejor para las mujeres. No más vivir bajo la sombra de un hombre, habían encontrado su propio ser, su propia voz. Pensé que mis amigas, compañeras, abuelas, primas, vecinas, tías, conocidas, y yo incluida, teníamos mucho que aprender de ellas. De su fuerza, de su coraje.


Es maravilloso ser mujer. Debemos luchar por mejorar nuestro papel en la sociedad. No es una lucha de sexos, es un compartir la vida, la existencia.


Y salí de ahí respirando muy hondo. Sabiendo que ya no importa que me llamen la esposa del doctor. Solamente importa si yo realmente me lo creo.



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